Una noche cualquiera.

El sol mudo, recoge en un moño sus rayos

Las virutas de la lluvia revolotean

Atrae como un imán las voces del trigo

Cuanto más profundiza la lluvia

Más alta se hacen las briznas de la hierba

Mis letras no tienen valor

Salen del hueco del ascensor

Suben bajan

Recortan el aire por el desfiladero de mi garganta

Hacen ecos, rechinan

Cobijados en los nichos de la locura

Ven pasar los tiempos

En un espacio cualquiera

El velo del tiempo tapa los sonidos de los pianos

En la atalaya se sumergen, los cipreses

El canto del cuervo, sigue con sus graznidos

Amantando la prisión de las haces de mieses

La libertad es la soledad, humilde morada

Las manchas negras acrecientan los colores del campo

Sombra de reflejos de la luna

Donde la luz se baña

Las olas del dolor chocan en la costa de la vida

Sin quejarse del sabor de la sal

El paladar de la existencia

Resiste con la esperanza de que la tortura de la vida

En la oscuridad de la cueva, nos permita deslumbrar una esperanza

Más allá no existe nada, tal vez penumbra

Pero seguimos pisando el trigal como si de una vid se tratase

Sigo en mi celda sentado en mi silla con los zuecos de madera

Coloreando este cuerpo, con el harapo del alma

Salgo por las noches pinto estrellas en la oscuridad

Parpados de luces, que se ven a lo lejos

Libélulas, cicatrices en la profundidad de los corazones

Las guadañas te miran, deseando dar forma a la flor del camino

Quiero ser deforme, tener orejas grandes donde pueda ver los cánticos a lo lejos

Quiero tener ojos como los girasoles donde pueda escuchar al ciprés

Quiero pero no puedo, tal vez la sombra del espejo siga atrayéndome

Quiero que la luz de las mañanas se pose en la palma de mi mano

Quiero soplar los cabellos del sol, para que recorran la línea del horizonte

Me conformare con la espera que es lo único que se, que existe

Lo demás tal vez el tiempo me haga recapacitar en mi error.

Antonio  sacd@