Las luciérnagas
fermentan por la noche
Un campo imbuido
en una sutura luminiscente
Una cicatriz en la
negrura.
La obra de los dioses paganos
descansa en el océano de las sombras
una marea de lotos
luminosos florecen con la fuerza
de la fiebre nocturna
un aroma de color blanco,
impregna el sabor de la brizna de hierba.
Los colores que hace un instante estuvieron
acampados en los ojos de los humanos
son recluidos como si de forraje se tratase
Un negocio entre la
luz y la penumbra.
Un ramillete de espadaña,
surgen en las alturas,
un ejército de cestos y de centros florales, brotan del orbe.
Un barro polvoriento e inacabado.
Fluorescentes girasoles y somnolientos cipreses bañan en la
noche de los tiempos.
Un bullicio de enjambres un parpadeo allí, a lo lejos
Mientras tanto la brizna de hierba desde el otro lado de lo
borroso.
Va descubriendo a tientas el sendero luminoso
La senda que le zambulle en lo cotidiano
Para no remover las tinieblas, se confunde con el tinte Bruno
del espacio.
El verde campo y el azul del cielo, esos que juntos componen
el color del mar
Duermen en sus lechos
apesadumbrados.
A. Sacd@
La noche cuando se despiertan los sueños y se apoderan de nuestras mentes las quimeras.
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